La Virgen María y José ya sabían
que esa noche inevitablemente El nacería.
No había lugar en la humilde posada
y la ansiedad en bullicio los cubría.
-Mi mujer encinta está,…
un cuarto le ruego, por piedad!
-Nada tengo: un pesebre,… atrás
-Sí: lo tomo ¡gracias por su humanidad!
Y allí fueron María y José con celeridad,
a recibir al hijo de Dios en santidad.
Ella paría y los ángeles cantaban maternal
villancico, con notas azules y cristal.
El, que es magnífica celebridad,
sus visitas primeras fueron, en amistad,
burritos, ovejas, niñitos, por un ideal:
ver al Rey pequeñito en estado divinal.
Arriba en el pesebre nocturnal
La estrella en el cielo colosal
guiaba a los reyes que querían honrar,
al hijo de Dios, con amor y fidelidad,
quien hoy está y siempre estará.
ANAMARÍA BLASETTI
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